sábado, 26 de mayo de 2012

Artículo sobre Loopoesía en El Cultural de El Mundo






Jordi Corominas: "La poesía no puede escribirse con afán masturbatorio"

El poeta barcelonés regresa el viernes a Madrid con su show Loopoesía, un proyecto único a caballo entre varias artes que busca desacralizar la lírica | Además, presenta su poemario El gladiador silenciado


MARTA CABALLERO | Publicado el 16/05/2012



Las mejores ideas no surgen de los garajes sino de los bares. Un jueves, Barcelona, interior noche: el inquieto Jordi Corominas, posado sobre una barra, mastica una idea. Le acompaña en el parto un amigo. Quieren crear una poesía nueva a través de un espectáculo. O, más bien, buscarle un nuevo canal a los versos de Corominas, ampliarlos con elementos escenográficos, música y material audiovisual. La experiencia del poeta catalán con el teatro se reduce a unos talleres en la universidad, pero va a atreverse: "Iré a una tienda de disfraces y compraré una máscara". Unos años y muchos shows después, el proyecto, que bautizaron como Loopoesía, se ha consolidado como una apuesta única en la lírica española. No es teatro ni performance, no es un recital ni una ceremonia, no es un concierto ni una conferencia. Es todo a la vez.

Loopoesía, que este viernes regresa a Madrid acompañada de un poemario editado por V&R, cambia cada año. Muta el poema río que conforma su esqueleto y cambian los temas y el show (antes hubo un músico y una bailarina), aunque mantiene algunas constantes, en especial al maestro de ceremonias, el propio Corominas, y algunas de sus obsesiones literarias. Así, las máscaras, la poesía misma, la reflexión pero despojada del habitual manto de solemnidad con el que se cubre este arte, el surrealismo ("involuntario", matiza el autor) y una firme vocación por extraer la poesía de los ámbitos academicistas, de la soledad del sillón, de las mesitas de noche.

"El proyecto cambia en función de los temas que me van interesando, temas que parten de una base pasada pero que enlazan con la actualidad, que evolucionan con el show, que a su vez va ganando tanto en lo escénico como en la escritura. Ya son cuatro ediciones, porque cada año hago un poema nuevo", comienza explicando Corominas (Barcelona, 1979), que con esta propuesta también pretende "desacralizar la poesía". ¿Razones? Porque es "un arte precioso que no ha sabido renovarse en la forma, y eso le produce mucho miedo a la gente", comenta el también novelista, y añade: "Aunque los poemas son muy serios, lo escénico funciona como elemento didáctico que nos ayuda a quitarnos el pavor, a verlo como una cosa más accesible".

Sus composiciones, ágiles y en un constante juego con el lenguaje, como da cuenta la versión más reciente, El gladiador silenciado, beben de recursos como la aliteración y se fundamentan en la constante innovación para construir una poesía muy visual con la que el espectador en el show o el lector de los poemarios pueda imaginarse lo que escucha o lee. "Es una forma de que la palabra fluya de manera natural, porque la poesía no puede escribirse con afán masturbatorio, tiene que llegar a la gente", advierte. Pero, con todo, no es la Loopoesía otro espectáculo de poetas que quieren ser estrellas del rock, al contrario: huye de la pose y de la posmodernidad -concepto que no acaba de creerse- y utiliza la tecnología de forma cauta, sólo cuando ayuda al discurso, como la empleamos en el día a día y no para meter paja entrelíneas. "El fenómeno de los poetas que actúan no sería malo si usaran las herramientas justas y los shows tuvieran sustancia. Muchos creen estar creando nuevos formatos poéticos pero se alejan de la poesía. En Looposía el show es un complemento de transmisión, algún día dejaré de hacerlo porque supone un gran esfuerzo físico y entonces el poemario lo sostendrá todo", distingue.

¿Y las influencias? "Pues hay más de Eliot que de un poeta de 2005" y, además, música pop de los sesenta ("tiene que haber alegría"), Pound, Joan Salvat-Papasseit, surrealismo, dadaísmo y otras vanguardias. "Lo absurdo está en todas partes pero lo que sucede es que nos tomamos todo muy en serio. Tendemos a evitar lo absurdo y, en realidad, es un factor que no está exento de cultura". No miente y, además, predica con el ejemplo: Corominas es un poeta contento, que sonríe y disfruta, y eso se ve poco.

Bloguero, periodista, crítico literario, este personaje, que lo es, prepara ya el lanzamiento de su nueva novela, José García, en torno a varios personajes con este nombre parlante que representan la épica de la normalidad ("me interesa más el vecino del cuarto que la superestrella") y que se cruzan por distintas casualidades para formar historias mínimas, historias que te encuentras a la vuelta de la esquina. "Me invitan a que escriba ensayos, pero ahora me siento más cómodo con la poesía, porque la narrativa me supone un esfuerzo mental mayor. La poesía la voy madurando y almacenando, me cuesta menos sacarla, seguramente porque soy muy exigente con el lenguaje, porque me obsesiona la estructura de las cosas, quiero que sea un rompecabezas perfecto".

Este viernes, como siempre descalzo, para estar cerca de lo que hace, se dará su cuarto paseo por la plaza madrileña, donde ya tiene parroquia, un público al que aprecia incluso más que al de Barcelona porque es más propenso a interactuar en el show: "La gente en Madrid disfruta y luego piensa lo que ha visto. En Barcelona sólo están pensando". Para unos y otros, ahí está el poemario, que representa la posibilidad de llevarse la experiencia a casa. ¿Quiere añadir algo más Corominas? Y el poeta lanza su lema: "Sí, claro, que Loopoesía es amor".

Sábado 26´de mayo, 20 horas, Loopoesía 2012 en Castells de la Muntanya (Barceloneta)






Este sábado Loopoesía cierra un intenso mes de mayo en un lugar pequeño e intenso: Els castells de la Muntanya de la Barceloneta. Os dejo las coordenadas del evento:


Loopoesía 2012 en Castells de la Muntanya


Sábado 26, 20 horas

c/ Grau i Torras 14

08003 Barcelona

Metro Barceloneta






Loopoesía es amor

martes, 15 de mayo de 2012

Miércoles 16, 19h30 minutos, Loopoesía 2012 en el LletraFerit ( Semana de poesía de Barcelona)





Este miércoles 16 Loopoesía 2012 retoma su frenesí participando en la semana de poesía de Barcelona. Presentaremos el show y quien quiera podrá adquirir un ejemplar de El Gladiador silenciado, con sus versos que articulan el espectáculo. Las coordenadas son las siguientes:


Miércoles 16 de mayo, 19h 30 minutos

Loopoesía en el Lletraferit

c/Joaquim Costa 43 ( Raval)

Entrada gratuita








Loopoesía es amor

lunes, 7 de mayo de 2012

Crónica de Loopoesía en el Jardín del Olokuti (II): El show








Y a las 19:30 todo estaba en orden. Ya se firmaban algunos ejemplares de El gladiador silenciado, llegaban amigos, desconocidos y los objetos estaban en su inusual lugar. El piano en el lateral izquierdo para evitar el entorpecimiento visual de la palmera. El paraguas escondido. Las monedas en mi bolsillo. Los soldados en su selva con la guadaña y Freud, expectante apoyado en un pedrusco. La chistera reposaba en un ángulo muerto y las vestimentas de Napoleón y Enriqueta colgaban en las antípodas del jardín, las del corso en un fino hilo y las de mi vampira al lado de un pozo que perdió su uso hace años, un poco como la posibilidad del aire libre para dar nuevos bríos.






Teníamos pensado empezar a las ocho por una razón que nunca me cansaré de repetir. La gente suele ser impuntual, y eso es algo que debería cambiarse. Loopoesía puede parecer informal, y lo es, pero también nos ayuda empezar a tiempo, y muchas veces no lo hacemos porque giramos la rueda del respeto a favor del respetable, que es soberano, eso nunca lo olvidamos. Sin embargo, el viernes 27 las personas acudían en grupo, las veías llegar y a las 19.50 ya había más de sesenta individuos, a los que luego se unieron más. Maravilloso.








El pistoletazo de salida de una jornada tan especial fue una breve introducción protagonizada por Dani Ramos y quien escribe. Explicamos cómo nació nuestra colaboración y posteriormente conté un poco, había muchos novatos en las lides loopoéticas, de toda la Historia del proyecto, de 2009 a un día clave, del inicio en el bar Fantástico entre bromas al progresivo perfeccionamiento, que es mejora, del todo hasta llegar a un punto donde lo de soñar es gratuito adquiere siempre más visos de realidad.






No nos enrollamos mucho. Pulsé el Play para que poemas, música y proyecciones fueran de la mano y me escondí en la carpa mientras sonaban las primeras notas de la introducción de El Gladiador silenciado con esos ecos que mezclan inquietud, sonidos religiosos, amenaza y una especie de sosiego difícil de definir. La situación del ordenador al lado del altavoz era el único defecto estético de la velada con el añadido de poder empeorar mis movimientos, lo que uno no sucedió porque ese viernes nada podía salir mal y mi energía estaba perfectamente compenetrada con el espacio, tanto que ni el leve hueco que dejaban las sillas impedía que mi circulación descalzo entre el suelo de piedras quedara obstaculizada.








Pero entonces no lo sabía. Esperaba mi turno, salir con el relincho, sí, con mis gafas psicodélicas y el casco de gladiador, americana color ladrillo, camisa blanca. Aparecí y me gustó la visión. El público se mantuvo expectante y participativo a lo largo de la función, y hasta los vecinos se animaron a seguirla con atención. En ese instante estaban, es comprensible, y era un importante foco, lo que no obstaculizaba que mi concentración fuera absoluta y que el maldito jardín confiriera a Loopoesía otra marcha más.







Me senté, acaricié el piano y ejecuté mi parte con el debut del poema, que obviamente no explicaré porque la suite no es de difícil comprensión. Se enlaza por varios motivos, y aquí, mientras el gladiador sufría en un confesionario en medio del desierto, convenía conservar el misterio hacia el futuro, que suelta ya algo de lastre con las maracas y mi ronda de trescientos sesenta grados entre el respetable hasta que unos silbidos pasan a la desaparición del condenado anacrónico y conducen a lo militar con la invasión babilónica de los soldaditos de plomo. Era la hora, siguiendo la alternancia que se produce a lo largo del show entre grabado y en directo, de recitar en vivo, y aquí se generó un hecho muy peculiar. El Gladiador silenciado tiene más de dos mil palabras, de las que recito la mitad. Como es comprensible a lo largo de un show de treinta y seis minutos errar algún verso es lo más normal. El día del Olokuti eso no acaeció, tuve un resultado del 100%, y no me tropecé ni en el poema del nuevo lenguaje con sus mil y una aliteraciones que progresan en función del alfabeto y de la barbarie a la que nos someten algunos.






Antes de ese momento, que para quien actúa es de una intensidad aplastante, volé con el paraguas por todo el recinto, me metí un tortazo envolviéndome con el para lluvias y me elevé hacia el delirio de la verdad que, poco a poco, se torna en pesadilla. Tiro las monedas. Tenía pocas, menos de treinta. Recordad niños, Loopoesía es el único espectáculo donde se os regala dinero, que encima es comestible. ¿Se puede pedir más? Sí, que no sea un acto gratuito. Os reís, y es justo que así sea, porque Loopoesía quiere que pasemos un buen rato. El chocolate monetario encaja con los versos y deriva en el paso hacia una lengua que nos meten hasta en la sopa y es incomprensible, como la siguiente parte recitada, las aliteraciones, volvamos a ellas, que pese a tener apariencia dadaísta se concatenan y mencionan sin ambages nuestra época.





Las suelto con el abrigo, que al estar rodeado de público me lo dio una gentil espectadora, una de mis anécdotas favoritas de la jornada. Enfundado con la prenda, por el frío de lo que transmite ese fragmento, disparo la palabra con bala oral hasta el clímax que me lleva, gracias otra vez querida espectadora, al sombrero de Napoleón y a destapar el tarro de las esencias del absurdo con mi bocina y el rictus serio del corso al ritmo de Alicia en el País de las maravillas, Moonriver, un fusilamiento y más hasta 2011 y el cementerio ortográfico. Lector que no has acudido a Loopoesía, lee la crónica y acude a nuestra vera,que de otro modo seguirás sin entender,porque por mucho que describa hasta que no se ve no se comprende qué hacemos.







Y de ahí una ráfaga de quimeras donde se produjo el único desajuste, de dos segundos, del verso. La culpa fue de Juan Carlos, que tardó en aparecer agradeciendo al Quijote algo. Risas. Aceleración. Ya despojado del vestido imperial, otra vez con la americana ladrillo, recité hasta acariciar el punto justo y me dirigí al centro exacto del jardín, con esa escultura chamánica.







Habíamos llegado al ecuador y me tocaba hinchar la guadaña entre riffs harrisonianos y una locura de Horace Silver. Me esforcé, un sudor con humor, con el mecanismo aprendido para que el arma de la muerte adquiriera forma y todos lo contemplaran bien. La alcé y los versos grabados que mencionan la triste banalidad actual del último suspiro tenían una inercia que me llevaba a una danza renacentista, baile de bastones que es de los trozos que menos me gustan, aunque en el Olokuti me sirvieron para pensar, un reto cuando estás tan metido en la conjunción de atmósfera y ejecución de lo concreto, que era una tarde mágica donde las mil maravillas se quedaban cortas para definir el estado que transmitía Loopoesía. Y puede que cuando las luces se apagan termino agotado y resido en un limbo de descarga adrenalínica, algo que no está enfrentado al análisis que hago mientras transcurre el espectáculo. Las sensaciones cuenta, son ya años de rodaje y uno sabe si navega por el cauce justo y deseado.







Y así era. Había tanta energía que empuñé el muñeco de Freud como si fuera el Santo Grial. El poema de la charla entre Freud y Mahler abre la conclusión y enlaza una síntesis de esquizofrenia creativa con la facilidad popular, y la incompetencia periodística, para generar bulos que denostan a personajes anónimos,como Enriqueta Martí. Antes de su aparición estelar recito ese paseo de Leyden, con los dos genios, y es un segmento solemne por la música, tonadilla infantil incluida dentro del verso, y las palabras. Suena la primera, termina el poema con pavor ibérico y nada, me acerqué al pozo y procedí a desnudarme para transforme en Enriqueta Martí con su cetro cadavérico, paseándome enmascarado con la sonrisa del mal, mal condenado que busca resarcirse de su entierro en una fosa común, metáfora ampliada por otros vocablos hasta la reivindicación de la normalidad, de los hombres y mujeres que tejen la tela de la cotidianidad en la eterna rueda. Me preguntó qué sienten los espectadores mientras acaricio la calavera y les incito sin mirarles a que interactúen. Lo hacen, disfrutan y anhelo que piensen, Loopoesía, porque el poemario El Gladiador Silenciado es la base que articula el conjunto, es difícil por aglutinar tantas disciplinas en una unidad. Eso puede confundir y hacer que sea necesario volver para aprehender la idea plenamente. Está todo en el poemario y el espectáculo lo acrecienta.






La Rossa primavera se para, salta Eleanor Rugby y el final es inminente con la proclamación de nombres comunes. Saco la chistera y reparto nombres, que son un barómetro del éxito de asistencia. Este año tenemos buena media de espectadores. Hasta el día del derby tuvimos dignidad en las sillas de la platea. Sin embargo, el día del Olokuti rebasó las expectativas. Agoté las tarjetas con el nomenclátor anónimo entre reverencias,invisibles sonrisas, juegos con un niño al son del final loopeado de Carmina Burana y me aposenté en recobrar mi identidad con la música encajando con lo previsto. La apoteosis terminó y entoné el último poema atendiendo el señal acústico, subir el dedo al cielo y hacer mi saludo de despedida y recibir un aplauso que esta vez fue largo, muy largo, merecido y, sobre todo, emocionante.







Noté durante esa media hora larga una energía que ratificaba lo que preludiaba la semana. Un antes y un después que nos da rienda suelta a imaginar una energía creativa en espacios abiertos, sitios en principio inverosímiles y la constancia de trabajar siempre para mejorar. Nos lo pasamos genial, hicimos que los demás gozaran y al fin y al cabo eso es lo que más cuenta.







Loopoesía es amor.






Fotografías de Ismael Llopis

jueves, 3 de mayo de 2012

Crónica de Loopoesía en el Jardín del Olokuti (I): la antesala







A veces me sorprende pensar cómo uno interioriza un proyecto. Eso puede generar incomprensión por lo que se hace, pero claro, ya son tres años largos de Loopoesía con todas sus versiones y la idea siempre se consolida más, siempre buscando nuevos retos y lugares para que el proyecto madure y crezca.

En 2012 el todo está dando saltos de gigante. Primero fue la decisión de hacer que mi criatura fuera finalmente personal e intransferible. De septiembre a diciembre de 2011 dejé de escribir poesía para prepararme mentalmente para escribir la mejor suite de mi trayectoria. Así salió El gladiador silenciado, que ahora es un libro, complemento perfecto para el show, sobre todo para aquellos que desean entender el conjunto, que produzco al 100% desde los versos, que articulan lo teatral, las mezclas musicales y las proyecciones.






El segundo paso importante ha sido encontrar unos aliados más que maravillosos. Daniel Ramos y toda la gente que configura Versos&Reversos creen en el proyecto, y me lo demuestran cada día, bien sea por la magnífica edición del libro, bien por las ganas y la química que hemos creado para innovar y que las cosas salgan bien. Así pues, en realidad no estoy solo.

De esta unión nació la idea, pionera porque dará paso a retos más ambiciosos, de montar un show en el Jardín del Olokuti. Desde 2012, salvo contadas excepciones, Loopoesía no actuará más en lugares pequeños y buscará siempre más espacios que compartan la energía del espectáculo. En este sentido recuerdo que hace años tomé té en el jardín que el viernes contempló una de las mejores actuaciones de esta historia que con el tiempo tiene ya páginas importantes que sólo el paso del calendario valorará en su justa medida. Una de las mejores sí, y quizá la más trascendente porque abre una senda futura que abrazo con mucha fuerza.






El hecho de actuar al aire libre ya marcaba una diferencia de peso. En julio de 2010 actuamos en un frontón y el recuerdo es surrealista. Fue el día de la gente entrando en el escenario, imágenes mastodónticas y una oscuridad que hizo que nos concentráramos en la función sin pensar en el público. Energía pura de Neill, Laura y yo.


En 2012 la situación, insisto, ha cambiado. Con Dani visitamos el lugar del crimen en un par de ocasiones, insuficientes para darnos cuenta de sus misterios. Hablamos con los dueños, hicimos una pequeña prueba de sonido y luego comentamos la jugada. Sin embargo, lo más importante radica en lo mental, tanto cuando se actúa como cuando se prepara lo que vendrá.


Por ese mismo motivo las horas previas al Loopoesía del viernes fueron una constante descarga de emociones que sólo se solventarían cuando pulsara el play y diera rienda suelta a la propuesta de un 27 de abril que siempre recordaré. Y empezó a las seis de la tarde, cuando mi miedo no se centraba en la ausencia de público, vinieron más de setenta personas, sino en los aspectos técnicos y meteorológicos. Durante toda la jornada recé a la nada y consulté las mejores páginas para saber si la lluvia nos visitaría. La respuesta al 99% era negativa, pero uno no lo cree hasta que no lo ve, y así la espera se hizo eterna desde la ventana de mi casa hasta el instante en que cogí el metro en dirección a Joanic para comprar monedas de chocolate para regalarlas al público, no por capricho, nada lo es en la estructura, sino porque los mismo versos viran en la dirección económica antes de llegar al lenguaje incomprensible con el que nos bombardean desde que la crisis traspasa la mera frontera de bolsas y primas de riesgo.







En fin, llegué al jardín y los problemas fueron solucionándose. Queríamos proyectar las imágenes en un muro. Fue imposible por el viento, por lo que optamos por colocar la pantalla cerca de un árbol para que Eolo no hiciera de las suyas y funcionó. El siguiente dolor de cabeza era ubicar los Gadget loopoéticos. La disposición del patio complicaba la cosa por culpa de una palmera que podía tapar la vista a parte de los espectadores. No pasó nada. La silla con el piano, las maracas y el casco de gladiador en un lateral permitió obtener un ángulo perfecto que no obstaculizaba el seguimiento del espectáculo. El resto de elementos fueron distribuidos en función de lo disponible, como siempre pasa con Loopoesía, que se adapta siempre a lo que tiene y por eso es un proyecto que puede realizarse hasta en un metro cuadrado, ya que con inventiva y voluntad de sacar adelante las cosas nada es utópico.


El miedo tenía nombre de sonido y vecinos, que luego resultaron ser entusiastas, como demostró la chica que aplaudía enloquecida desde el balcón de su hogar. Lo de micros y música costó más, pero tras consultar con un negocio del barrio y hacer algunos ajustes solventamos la papeleta y la mezcla y mi voz se oyeron en idóneas condiciones y las dudas se desvanecieron.







Si cuento la preparación es porque el día, la fecha y la hora estaban programados en mi conciencia como un triunvirato de lo excepcional. Pocas veces he sentido tanto la inminencia de una vuelta de tuerca. La presentí en agosto de 2009 en el Elèctric, cuando de los meses iniciales de experimentación alcanzamos un rumbo concreto. La intuí en octubre de 2010 en el Macondo con Laura con un show que nos resucitó totalmente. La constaté a lo grande con la misa de noviembre del mismo año, y aún lamento que sólo tengamos fotos del evento, enorme, mítico, y la propulsé en mayo de 2011 en Madrid con el negro de Banyoles. Todas esas citas fueron giros radicales, impulsos de confirmación. El 27 de abril tenía que ir más allá, y lo consiguió. Nada volverá a ser como antes.







Loopoesía es amor