Crónica del show del día 3 de julio, Festival San Vladimir Lenin

Los Loopoetas deseaban volver al ruedo e iniciar así un julio cálido e intenso. Nuestro debut en el séptimo mes del año era en el festival San Vladimir Lenin, y las expectativas eran más que elevadas por participar en un evento con muchos grupos y un nutrido público. Nos habían citado a las siete al lado de las chimeneas de San Adrià y fuimos puntuales, deseosos como estábamos por efectuar la prueba de sonido y disfrutar del resto de actuaciones. Sin embargo, ya desde ese momento se torcieron varias cosas. Nos prometieron dos micros y no había ni uno, que al final conseguimos. Además la organización, algo que también nos ha pasado en alguna que otra ocasión, no tuvo en cuenta el partido de cuartos de final del Mundial y nos dejó olvidados, casi desesperados.
Nuestro escenario era un frontón perfecto para nuestro sonido. Tras esperar con paciencia que terminará su prueba un grupo de teatro fuimos a darlo todo, comprobamos que, en principio, las cosas estaban en orden y atendimos el momento del show. La oscuridad era la norma, la iluminación escasa y el público, incomprensiblemente, más bien apático, situado en los laterales, no en el centro mirando al escenario, lo que suele ser la norma. Por suerte obtuvimos a última hora un proyector, y ahí si que triunfamos, porque las imágenes loopoéticas reflejadas en un muro tan grande eran alucinantes.
La actuación
Finalmente abrimos el telón a eso de las doce y media de la noche, dos horas y cuarto después de lo pactado, lo que nos encantaba porque amamos la madrugada, donde suelen ocurrir más cosas. ¡Y vaya si fue así! Siempre hay que ser educado con el respetable, pero el modo en que cogían el papel con la oración no auguraba nada bueno. Eran sosos, apáticos y desanimados, lo que se corroboró cuando tocó leerla. Por primera vez en la historia del grupo Jean Martin se quedó casi solo entonando la buenaventura. Empezó el show y las cosas rodaban como la seda. La actuación fue buena, muy fuerte, plena de energía. Las improvisaciones líricas funcionaron y creemos que fueron valoradas, salvo para cierto sector de espectadores bastante burlón, tanto que hasta uno de sus miembros subió al escenario, robó una de las piernas y se encaró con Jean Martin, quien tuvo que empujarlo, algo insólito a lo largo de nuestras performances. Ese accidente condicionó el ánimo del blanco enmascarado. Al cabo de unos segundos, poco antes del interludio, rompió a lo bruto su guitarra, con una ira descontrolada, bien atenuada por la irrupción en escena de Lola Farigola Romaní, estelar y sublime como siempre, salvadora de la situación de un micro mudo, arreglado por Cristian, a quien agradecemos su colaboración junto a la chica que nos ayudó con los focos, pues de otro modo aquello hubiese parecido el mito de la caverna. La voz tenebrosa de Jean, desgañitándose, volvió a fundirse con la música y en la parte final se produjo un acelerón culminado con la decapitación de la muñeca fascista entre aplausos y el estallido del himno de la Unión Soviética.


Loopoesia es amor