domingo, 11 de julio de 2010

Crónica del show del 10 de julio en La Cova de les Cultures



Ayer era un show especial porque volvíamos a La Cova de Les Cultures tras cuatro meses de ausencia. Este local de Gracia siempre nos trae buenos recuerdos. Nuestro debut acaeció entre sus cuatro paredes el 14 de marzo de 2009 y ahora ha cambiado de propietario, lo que implica ciertos cambios que en nuestro caso sólo mejoraban las posibilidades de la actuación. En primer lugar el anónimo toledano tenía una cabina de sonido para él solito en un lugar destacado, detrás del público pero siempre visible entre las mil luces nuevas que ahora se regulan con unos mandos que dan riqueza al escenario, pues al modular los focos podemos jugar con la tensión dramática mediante los colores. Por otro lado agradecemos desde aquí la amabilidad y buen hacer de toda la gente de La Cova, quienes nos facilitaron mucho las cosas para que todo fuera sobre ruedas.
Llegamos a las 19h 30 para preparar el evento, que empezó a las 21h30 con el recital de los poetas Delaonion. La primera tanda dio paso a una segunda dedicada a la poesía erótica. De repente, una proyección de imágenes eróticas de la época de nuestros bisabuelos inundó la pantalla mientras Álex Chico, Jordi Corominas i Julián, Laia López, Iván Humanes y Juan Salido-Vico deleitaban al respetable con versos ajenos cargados de sexo y sensualidad. La tercera ronda fue corta e intensa, y desde aquí pedimos excusas por si alguno de los poetas sintió que Jean Martin era demasiado travieso probando las luces justo antes de la conclusión poética y el inicio de la primera performance de la jornada, Entrails Wail de Raquel Delgado, quien con gran valentía se empapó de la tierra rebozada de órganos y expresó sólo con su cuerpo un profundo llanto por los muertos de Ciudad Juárez, un espectáculo difícil que exige concentración tanto en la artista como en el público, cercano al escenario para no perder detalle de los movimientos de esta catalana con alma chicana.

Loopoesia es amor

Tras la performance de Raquel el público se tomó un respiro y los Loopoetas se prepararon para un nuevo reto. En esta ocasión la felicidad era máxima y queríamos un show divertido, con alegría. Nos enfundamos nuestros atuendos, Jean Martin recitó la oración loopoética y dimos el pistoletazo de salida. En un ángulo del ring el blanco enmascarado escuchaba a Morrison y los últimos versos de Las nocheviejas del Patriarca, preludio que enlaza 2009 con 2010. Jean saltó al escenario y por vez primera el Anónimo toledano no le veía el culo, sino que presenciaba como cualquier otro espectador la performance acompañada por proyecciones. El público está acostumbrado a las gominolas, pero con el calor que pega ayer optamos por eliminarlas de nuestro cajón de sorpresas y añadir unas pistolas de agua. Sí, el hombre del traje morado y la camisa rosa era un killer acuático, y quizá por eso en varias de sus improvisaciones mentó al pulpo Paul, pronosticador procaz predestinado en sus pitonisos y potentes tentáculos. Nos gusta la tarima de la cova, nos gusta saltar, desgañitarnos con Carmen y venerar a McCartney mientras nadie coje la pierna de maniquí con Usun Yoon, nueva diva loopoética, gadget entre gadgets que desde ayer acompaña a George Harrison, Enriqueta Martí, Pericles de los Palotes y el Negro de Bañoles en el palco, donde Audrey ya había perdido la partida, desfigurada por el regalo que nos hizo Clara desde San Francisco, donde no sabemos si hay guitarras de niño. Hace una semana la rompimos ante el acoso de un colocado. Tuvimos que comprar una en el mercadillo del pueblo y durante el show simulamos otra masacre, una broma para un respetable genial, animado que coreaba e interactuaba con el hiperactivo Jean Martin, del que se dice que usa Loopoesia para adelgazar divirtiéndose. Prueben el método y verán que es así. La canícula apretaba, el llanto cedió su puesto a la risa y de la nada apareció super Lola Farigola Romaní, rechazada, aceptada, zarandeada y asustada por el ataque epiléptico, un clásico que produce la desaparición de Jean, quien entre cortinas se une a la composición experimental del interludio y añade palabras al meritorio baile de Farigola, una loca única, porque sólo ella puede bailar para Loopoesia, nació para integrarse y deslumbrarnos. Baila mejor que nunca, se exhibe como una reina y se oculta cuando la aplauden y el show se encamina al final, donde si las cosas han salido bien el ritmo cobra colores vertiginosos porque tanto Jean como el anónimo muestran su euforia en sus respectivas tareas. ¡Madre mía con el de Cambridge! Insistió en que el público dijera que es isabel la católica, les dijo que ellos lo saben todo y se fundió en un abrazo invisible entre reflexiones sobre su propio esfuerzo, menciones a travestís cubanos, broncas a modernos y el despiporre final de decapitar la muñeca, darle su cabeza en un perfecto tiro al Anónimo, sentir que Lola baila cerca y notar que la luz cambiaba para recibir un penúltimo aplauso, sentir vuestra humedad que es mi calor, reposar segundos y entregarse dando piruetas, agradecer a todos su presencia, notar sudores y estirarse, feliz porque nos gusta la seda.

Loopoesia es amor

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